la laguna, el miedo y yo

Un encuentro con mis miedos

Mi mente lo alimentaba, y mi miedo me sostenía.

Flotar en el vacío, anclarme en el vacío.

El miedo es al vacío.
El vacío y yo.

¿La historia? Un territorio inexplorado donde, cientos de miles de años atrás, cayó un meteorito, dejando un cráter de 60 metros de profundidad. Una cicatriz en la Madre Tierra que encontró, en el agua mineralizada, la sanación a su herida. Hoy, ese lugar es una hermosa laguna bicolor.

Gente observando la laguna, creyendo que observar les da la experiencia de estar. No es así. Pero a veces nos contamos el cuento de que mirar la vida desde la trinchera es vivirla.
¿Estás viviendo tu vida o sólo observándola desde la zona segura?

Yo decidí, hace algunos años, aprender a vivirla.

Y ahí estaba yo, una mañana acompañada de mi diario, mi café, mis reflexiones... y la laguna.
Desde la distancia, parecía sola.

Y vi a la laguna observarme. Escuché su voz llamarme.

Pulsión de vida, pulsión de muerte, ambas en un diálogo interno.

Me quité la ropa y me vestí de miedo. ¡Y salté!

Yo, confiada en que sé nadar, me sumergí en la laguna. Confundí la habilidad de mi cuerpo para mantenerse a salvo con el terror de mi mente, que hacía crecer el miedo.

Mi cuerpo tembló. No de frío: de miedo puro.

Y me di cuenta de que mi miedo presente contenía todos mis miedos pasados, todos mis miedos futuros.
Mi cuerpo, en cada célula, tenía miedo acumulado. Y lo sentí. Vaya que lo sentí.

La laguna, mi miedo y yo estuvimos juntos por instantes.
Regresaba al muelle temblando, me tranquilizaba… y lo intentaba de nuevo.

¿Cuánto tiempo? El necesario para dejarme sostener por el vacío en la superficie del agua, y soltar ahí mis miedos.

Vivir la vida asusta.
Pero sobrevivirla, y darte cuenta al final de los días que el reloj sólo avanza hacia adelante, ese, sin duda, será el verdadero susto de la vida.

Te invito a soltar miedos y comenzar a vivir.

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